El agua es un bien preciado que no solemos valorar. Actualmente el agua llega a las casa por arte de magia, sólo hay que darle a una palanquita y sale a chorros, fría o caliente, ¡qué maravilla!
Pero que poca importancia damos a un hecho tan extraordinario.
Sin embargo esto no siempre ha sido así, y lo cierto es que no hace tanto tiempo que había que ir a buscarla fuera de casa. Unas veces cerca, pero otras muy lejos. Las mujeres madrugaban para abastecer de agua sus hogares y luego había que dosificarla.
Los platos se fregaban con dos barreños, uno con agua y jabón, otro con agua clara. La gente se bañaba y se mudaba de ropa una vez a la semana. Pero eso no era lo peor, porque las mujeres en muchos lugares iban al río o las charcas a lavar la ropa, y eso lo hacían con frío o calor. Seguramente los más jóvenes piensen que esto es prehistoria, pero no hace tanto tiempo que gozamos de la gran comodidad que supone tener agua corriente en casa.
El agua para la tierra es la sangre de la vida.
María Lancho Moreno